lunes, 13 de diciembre de 2010

Éxtasis

Tomados de la mano el ritual sectario se dio inicio. Rezaron a sus dioses, leyeron sus salmos, alabaron al creador. Una última mirada cómplice, una mirada que resumía los códigos que manejaban, los sumió en el acto. Orgiásticos, nauseabundos, consumaban el hecho sin un dejo de vergüenza, sin darse cuenta de que el marco grotesco que estaban formando era un síntoma de decadencia.
 
    Cuerpos grasosos, saliva, sudor. El choque de la carne junto a otros sonidos generaban la música que se necesitaba para pintar esa imagen patética. Siguieron así por siete minutos. La consumación efímera del occidente. Lo inmediato como síntoma de eficiencia.
 
Tomaron aire unos instantes. Se miraron, estaban satisfechos. Minutos después, reiteraron el ritual, estaban vacíos. Lo que inmediatamente se inicia, pronto deja de saciar.
 
    Esta vez, demoraron cinco minutos. Estaban atorados. Eran seis personas. Volvieron a acomodarse, esta vez, no hubo intermedios, no hubo un tiempo de preparación, el vicio llega cuando lo que obtenemos es una meta reiterada. Retomaron sus actos abominables. Exudaban grasa, eran tóxicos. El lugar acompañaba la escena, el mismo olor, un ambiente en donde todos cedían a la carne barata y a los hábitos denigrados. Acabaron todos juntos.
 
Se miraron, agotados, frotaron sus estómagos ondulantes y abandonaron el Mc Donalds.

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